Para muchos es bien conocido que estamos rodeados de microorganismos (microbios): en nuestro cuerpo, en las cosas que tocamos y en el aire que respiramos. No todos los microorganismos son malos pero una elevada concentración de ellos puede causar problemas. Tal es el caso de los hongos; en el aire del interior de un edificio o vivienda promedio, la concentración de esporas de hongos “normal” es de 200 a 300 por metro cúbico de aire, de acuerdo a nuestros propios estudios realizados en la Facultad de Ciencias Biológicas, UANL. Esto significa que en todo momento estamos en contacto con los hongos y constantemente los respiramos, sin que esto represente una amenaza inmediata para nuestra salud, salvo que presentemos alguna condición de inmunosupresión severa.

 En los lugares de trabajo, sin embargo, es importante conocer la calidad microbiológica del aire y las superficies, ya que estos pueden poner en riesgo los productos generados y en algunos casos, poner en riesgo la vida de las personas que los consumen. Tal fue el caso de un brote epidémico ocurrido en los Estados Unidos de América en Septiembre de 2012, ocasionado por un medicamento esteroideo fabricado por el Centro de Componentes de Nueva Inglaterra (NECC, por sus siglas en inglés), un centro especializado en la manufactura de farmacéuticos adaptados a las necesidades de los pacientes. Durante ese año, el NECC distribuyó 3 lotes de medicamento (metilprednisona) contaminado a 75 facilidades médicas en 23 estados los cuales fueron administrados a 14,000 pacientes. Este medicamento esteroideo se fabricó libre de conservadores y su administración era en médula espinal, lo cual representó una temible combinación de factores para la salud de los pacientes (los fármacos esteroideos bajan las defensas inmunológicas + administración directo a la médula + contaminación por hongos = infección cerebral). El hongo contaminante fue Exserohilum rostratum, un patógeno de plantas raramente encontrado como causante de infecciones en humano, pero dadas las condiciones de introducción al cuerpo, infectó un total de 753 pacientes (reportados) y causó la muerte de 64 personas (enlace).

 Esta situación provocó que el Congreso de los EUA y diferentes centros de salud e investigación se dedicaran al establecimiento de las causas y el análisis del caso para prevenir situaciones similares en el futuro. Lo que se encontró, por una parte, fue que la legislación existente era relativamente laxa con respecto a la supervisión de estos centros de componentes y, por otro, se encontró que las instalaciones donde se produjeron los fármacos se encontraban en condiciones de higiene muy pobre, con grandes cantidades de polvo e incluso ácaros, lo que provocó que los medicamentos se contaminaran con el moho.

 En Diciembre de 2012 el NECC se declaró en bancarrota y acordó pagar $200 millones de dólares a las víctimas. En marzo de 2017, el co-fundador del centro de componentes, Barry Cadden, fue declarado culpable de 57 de 96 casos de lo que se le acusó y actualmente espera sentencia, programada para el 21 de junio próximo.

 Este caso es un ejemplo, quizás extremo, de lo que la mala higiene de los espacios de trabajo puede representar para la población y para los responsables de las empresas. Errores como estos, a menudo generados por buscar ahorrar en gastos o maximizar las ganancias, suelen resultar en la pérdida de todo por lo que se ha trabajado. Conviene invertir en el monitoreo y el aseo de nuestras instalaciones. Nuestros clientes y consumidores, así como la salud de nuestra empresa, siempre nos lo van a agradecer.